09/08/2022. ABR. Comunicación: promocio@doplaillevant.com

El tiempo atmosférico nos ha llevado a un año con una ola de calor en la que durante días y noches hemos tenido temperaturas elevadas y, también, un estrés hídrico notable al carecer agua de lluvia. Sol, calor, agua (y CO2) son elementos necesarios para conseguir una buena añada. Hablamos de calor y agua que este año nos afectan.
El agua es un componente absolutamente necesario por los organismos. Como media, estamos formados por un 75% de agua y todas las funciones biológicas pasan disueltas en agua o con el agua como reactivo. En las cepas, el agua sube desde las raíces, llevando disuelta materia mineral. Es transportada hasta las hojas en las que participa en la fotosíntesis. El sol aporta la energía necesaria para realizar este proceso. También da calor que activa los procesos metabólicos. Ambas cosas son necesarias, pero el exceso o defecto puede provocar problemas.
Este año nos ha hecho especialmente sensibles a las cuestiones meteorológicas por las sucesivas oleadas de calor que desde finales de mayo han provocado un verano especialmente caliente. Si a esto le añadimos la falta de lluvias importantes tenemos la confluencia de dos factores a los que hay que hacer frente. No se puede actuar directamente sobre estos factores así que es preciso establecer como respuesta prácticas agrícolas adecuadas.
El efecto general del calor sobre las uvas es que provoca un aumento de los contenidos en azúcares, lo que provocará vinos con mayor contenido alcohólico, y, el otro efecto, es que disminuye la acidez, factor importante para asegurar la buena conservación del vino. Durante el período herbáceo, el que va de la fecundación al envero, la temperatura adecuada esta en 20-25ºC, que es la propia de Mallorca. Hace que el crecimiento de las uvas sea óptimo. En el período del envero y maduración si las temperaturas sobrepasan los 37ºC hace que la planta cierre los estomas y entre en una fase latente, esperando la bajada de temperatura. También tiene un efecto sobre la maduración. El orden de maduración de la uva es primero la pulpa, seguido de la piel y, finalmente, las semillas. El exceso de calor suele provocar que madure primero la piel, mientras que la pulpa no ha alcanzado el punto adecuado.
Respecto a la humedad, el viñedo puede vivir bien bajo ciertas condiciones de sequía. Vive bien en zonas de pluviometría comprendida entre 300 y 600mm de lluvia anual, la pluviometría de Mallorca. En Mallorca se cultivan viñedos que se riegan y otros que se cultivan en seco. En la DO Pla i Llevant todos los viñedos se cultivan en seco, pero cuando las condiciones de sequía son demasiado fuertes se autoriza el riego de manera específica para la añada en concreto. La demanda de agua es mayor en el período herbáceo cuando se da el crecimiento de las uvas. Durante el envero y la maduración también se necesita agua, pero en menor cantidad. Un punto importante es la situación cuando llega la vendimia. Es conveniente que la planta haya dispuesto de agua durante su ciclo, pero una cierta limitación hace que la concentración de azúcares y ácidos sea más adecuada. En la presente añada nos encontramos en una situación extrema en la que la disponibilidad de agua ha sido mínima. El resultado es que tenemos una buena añada, muy saludable, porque no ha habido enfermedades. Las cepas tienen uvas en cantidades normales, pero seguramente los kilos de uva recolectada, es posible que sea menor por la deshidratación que supone la combinación de calor y sequía que sufren.

Contra sequía y calor es difícil luchar de forma directa (excepto el riego). Ante la situación actual de aumento de la temperatura y el estrés hídrico de este año se debe luchar realizando nuevas prácticas agrícolas para disminuir los efectos adversos. Estas prácticas están en estudio y ya se aplican en varios lugares. Una de ellas consiste en retrasar la poda o realizar dos podas con el objetivo de retrasar la maduración de las uvas a fin de que ésta no coincida con la época estival de mayor calor. La poda verde de la primavera es otra práctica. Si antes lo que se quería es que las uvas quedaran expuestas al sol para facilitar la maduración fenólica (de la piel) ahora se intenta que la eliminación de hojas, brotes o uvas deje un espacio en el interior de la cepa para que esté más sombreado. Para evitar la pérdida de agua del suelo la práctica más habitual es labrar la tierra de manera muy superficial de forma que se rompan los capilares de evaporación y el mismo polvo que se levanta sirva de capa de protección.

La preocupación de los viticultores no es para este año, sino que ocurrirá en los próximos años si sigue acentuándose el aumento de las temperaturas y cómo podrán afectar al funcionamiento de los viñedos. Es bien sabido que la calidad de las añadas depende mucho de la meteorología. Si las condiciones se van extremando será necesario realizar estudios de adaptación a las nuevas condiciones.
